He cabalgado sobre una estepa de silencio y resplandor que abrazaba mis noches más oscuras, y he sentado aquí mi corazón un momento, para no dejarlo ir.
He mirado el cielo anestesiado por este dolor del mundo
(las nubes lloran;
las hojas caen,
algo nos querrán decir).
He separado, en un instante, mi mente y cerebro.
Ahora soy menos poeta,
pero tengo un par de alas con las que volar, aún, por el universo de palabras que conforman mi existir.
He roto, despedazado, la nostalgia.
Siento vida en cada poro de mi piel.
Relamen mis heridas en algún delirio ocasional.
Respiro de este bálsamo que me acompaña,
sonrío, al fin.
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