El cuento “Cuando Dios creó a la
mujer, debía estar de broma”, ha sido para mí como un déjà vu
de la película de Pedro Almodóvar “Qué he hecho yo para merecer esto”.
Mujer de clase baja que se lanza a las
drogas farmacológicas y que cuando deja de conseguirlas, no puede
hacer frente al estrés diario que con tanta facilidad antes
soportaba. Sólo que esta vez, el final trágico lo sufre la propia
protagonista: Esther.
La mujer abandona de forma no
voluntaria su adicción a los fármacos, y como forma de evasión del
síndrome de abstinencia, se inicia en otras nuevas adicciones como
el alcohol y el tabaco.
A veces la vida no es el sueño que
esperábamos, y el consumo de drogas es, aparentemente, el único
modo de cambiar nuestra percepción, de no ser conscientes en la
vigilia.
¡Qué duro no tener una mano que nos
socorra! Que nos evite esconder alcohol en botellas de lejía, para
terminar intoxicándonos, por equivocación, o acierto de un
misterioso destino.
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