sábado, 6 de noviembre de 2010

Aún recuerdo lo que era tocarte, el pliegue de tu camiseta, incluso siento su tacto. Recuerdo perfectamente tus rollizos dedos y pequeñas manos. El brillo de tus ojos con mi manta de besos. Y todas esas noches en las escaleras, llegábamos con luz y nos íbamos cuando ya no había nadie... Recuerdo que nos parábamos en cada escalón para seguir besándonos.
Recuerdo todos esos momentos en los que de haber podido te habría comido. Los hoyuelos que dibujaba tu sonrisa, tus finos labios y lo mucho que te gustaban los míos.
Recuerdo El Retiro, Sol, Alcobendas... Y la noche que pasé a tu vera. Te miraba dormir y se me quitaba el sueño. Las dos horas que pasamos en las escaleras del metro, esperando a que abrieran. Y la cara de mi madre cuando me vio aparecer a las seis de la tarde con una marca en el cuello. Recuerdo no querer salir de tu casa, y apurar lo lento y pequeño que era tu ascensor.
Recuerdo aquel banco donde estuvimos un 30 de enero, quién hubiese dicho que nos esperaba esto.
Recuerdo comer en tu cocina una empanada, y luego a ti en tu cuarto, mientras mi boca tenía sabor a oreo. Antes de eso tumbarme en tu cama a reposar con mi habitual pose de musa.
Las tardes en mi casa, cuando conociste a Peluquito, creo en San Valentín, aquel día fue increíble. El sillón que siempre usábamos, mi madre lo quiere tirar. También recuerdo cuando nuestros corazones empezaron a flaquear, pero me llamaste cuatro veces, habiendo bebido, queriendo verme, y todo se pareció arreglar... Este olor a colonia me hace sentir todos estos momentos, es por eso que la uso a diario, la quiero gastar y olvidar... Guardo un te quiero en un trozo de papel, es casi lo único que tengo tuyo, y este dolor mudo que a veces habla...
Es esto lo que me hace no querer saber de ti, no querer hablarte, pensar que nada fue verdad y que yo lo viví tan profundamente.

Suena trágico, pero así lo siento.

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