Te echo de menos en cada suspiro.
En cada despertar, en cada acostar.
Incluso cuando pierdo la mirada en un
rincón de esta casa pienso en ti
(y en la de la playa y en París).
Cuando abro la puerta de la calle,
espero verte detrás, esperándome,
pero ya han pasado más de 500 días, y
nunca estás.
Abrir con cuidado la puerta para no
hacer ruido,
es igual,
ver tus cosas, volver a mirar y ver que
en realidad nada hay.
Echo de menos acariciarte, aunque
recuerdo el tacto de cada una de tus partes.