domingo, 25 de octubre de 2009

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El leve brillo de sus ojos y los gestos nerviosos que manifestaba, me ataban a aquel banco, sin embargo, su actitud y sus palabras desanimaban cualquier ilusa esperanza que pudiera habitar en mí. Los labios, mas de una vez, proyectaban silencio que se prolongaba en el tiempo. Habías tantas cosas de que hablar, y en cambio, no sabía muy bien por donde empezar. Un cúmulo de ideas desordenadas que no encontraban su armonía me revolvían la mente. Incluso la luna decidió esconderse para no interponerse al sentimiento; que exploraba buscando el momento de salir, al no hallar éste el segundo perfecto decidió intervenir sin saber qué le iba a ocurrir. Quizás fuera despreciado, o todo lo contrario. Lo que esperaba con aquellas palabras era dejar claro el lugar que ocupa en la estantería de mi vida. Y que aunque esté estropeada la pantalla que muestra lo que fluye en mis entrañas, algún día dejarán de estar paralizadas, exteriormente hablando, claro.
Dime, si no es en el alma, el lugar que ocupas para hacer brillar mis ojos que permanecen completamente secos 362 días al año.

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